Chipre, como en general las islas del Mediterráneo, es sinónimo de sol y playas, de calor y buen tiempo. Sin embargo, cuenta con zonas montañosas, la cordillera Troodos, en el centro, con el monte Olimpo como su principal cumbre con 1952 metros. En el norte, la cadena Pentadáctylos o cordillera Kirenia, que bordea esta ciudad, con una altura máxima en un monte de nombre impronunciable de 1024 metros.
Antes del viaje caímos en la cuenta que ya habíamos estado en montes Olimpo en dos países, Grecia (el original) y Turquía, y por curiosidad nos informamos: hay al menos una docena en el mundo con esa denominación, por lo que todavía tenemos margen para seguir... varios en Estados Unidos, uno en Nueva Zelanda, y otros.
Decidimos hacer una excursión al Olimpo chipriota, el monte, no otra cosa, para conocer esta zona montañosa y atraídos por una ruta senderista, el camino de Artemisa. Así que una mañana llegamos en coche hasta el punto más alto al que se puede llegar en vehículo en el monte Olimpo. Después descendimos un poco y localizamos el camino de Artemisa.
Se trata de una ruta circular de unos ocho kilómetros que no tiene especial dificultad pues discurre por las laderas de varias montañas a unos 1850 metros de altitud, y con escasas pendientes. Y añade la ventaja de que al llegar la temperatura era fresca, 13 grados, muy adecuada para caminar, y que no volvimos a ver en el resto del viaje.
Una vez estacionado el vehículo nos pusimos en marcha. Aunque no está específicamente señalizado, el sendero resulta sencillo de seguir. Y tampoco lo hicimos en soledad, ya que cada poco encontrábamos paseantes.
El paisaje tiene un gran encanto: en todo momento rodeados de unos impresionantes ejemplares de pinos negros, rectilíneos y que en lugar de copa parece que los han desmochado, y con sus ramas oblicuas hacia el suelo.Lo primero que hicimos en Kakopetria fue elegir un restaurante entre los muchos existentes, pues es un lugar muy visitado. Nos decantamos por Stou Violani, y acertamos. La comida estuvo bien, incluso hubo quien se regaló una trucha del lugar, que le gustó. La señora fue muy amable y desde la terraza cubierta donde nos instaló teníamos una vista de lo que es un pueblo de montaña chipriota, incluso con su río pequeño pero pero caudaloso, uno de los dos que atraviesan Kakopetria.
El centro del pueblo, de algo más de un millar de habitantes, es atractivo, pero lo que buscábamos era Old Kakopetria, como se conoce su parte antigua. Nos costó un poco, pero la localizamos.
Para llegar al casco vello de Kakopetria es preciso subir una pendiente entre casas que parecen las últimas de esta villa, pero poco después aparecen una calles estrechas bordeadas por casas de piedra.
Es un barrio pequeño, pero sin duda muy visitado, con numerosas casas de alquiler y viviendas turísticas, cuyos carteles ofreciendo alojamiento se suceden en el exterior.
Los balcones de algunas de las casas casi empatan con las de enfrente, pero fue quizás el pueblo con más encanto que vimos en Chipre, junto con Pano Lefkara, del que ya hablaremos.
Callejeamos un rato por este viaje al pasado chipriota observando construcciones que han sido remozadas, aunque no todas.
Incluso encontramos un hostal con bar donde nos tomamos un café y echamos nuestra clásica partida al chinchimonis ante la mirada atenta del camarero que como no tenía mucho que hacer nos miraba tratando sin duda de entender de qué iba el juego . Como por todo Chipre, los gatos iban a venían a sus anchas por las calles y los interiores, y en este local un cartel advertía contra la tentación de darles de comer, tanto dentro como en el exterior.
Tras este descanso dimos por finalizada la visita a Kakopetria, un pueblo del que existen referencias desde la época bizantina. Actualmente, además del turismo hay muchas casas que son segundas viviendas de familias que residen en Nicosia, atraídas por la belleza de la zona y su paisaje y suaves temperaturas. Respecto al nombre, circulan numerosas leyendas por la combinación de kakos (mal) y petrus (Pedro) de las que supuestamente surgió Kakopetria. En el pasado, hasta la Segunda Guerra Mundial, fue famoso en la isla por la cría de gusanos de seda y el posterior procesamiento de la seda.
Garganta de Avakas
No muy lejos de Pafos y cerca de nuestra primera casa (a poco más de dos kilómetros) se encontraba la garganta de Avakas, una estrecha depresión del terreno de roca caliza trabajada durante miles de años por un río que ahora (el día que nosotros estuvimos) era poco más que un regato minúsculo.
Se ha formado con el paso de los milenios una estrecha grieta que discurre a unos 30 metros de profundidad, por la que se camina con un grato fresco aunque en la superficie haga mucho calor. Y obviamente te olvidas del sol, inexistente allí abajo.
Un desprendimiento había bloqueado el camino |
Aunque caminar por la garganta tiene su riesgo, el paseante no es consciente. Por el contrario, la caminata desde nuestra casa, ya que ese día no utilizamos el coche, fue mucho más dura bajo un sol justiciero del mes de octubre.
Y, además, las obras del paseo, que ya habíamos comentado, nos obligaron a caminar sobre montones de arena y junto a máquinas excavadoras, muy incómodo,
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