miércoles, 18 de octubre de 2023

4) Kirenia y Famagusta, las dos joyitas del Norte

Desde que decidimos viajar a Chipre tuvimos claro que queríamos visitar el norte de la isla, la República Turca del Norte de Chipre, un país fantasma que solo reconoce su protector, Turquía. Podría decirse que es un estado en el limbo, que existir, existe, pero como si no existiera. Leímos historias de viajeros que habían entrado por el aeropuerto del Norte, el de Ercan, declarado ilegal por la República de Chipre (la del Sur, la oficial, digamos) y que no está homologado por la Organización Internacional de Aviación Civil, a los que luego se les niega el acceso a la zona grecochipriota. Dudamos de que esto sea así en la actualidad, pues cruzamos la frontera con el DNI  y por tanto los aduaneros no sabían de nuestro aeropuerto de ingreso.

Pero la compleja situación de la isla sí tuvo consecuencias para nosotros. Pese a tener un coche de alquiler, decidimos no cruzar la frontera con este vehículo ante la advertencia de que el seguro no nos cubría en el norte y de que si teníamos algún problema, todo correría de nuestra cuenta. También supimos de la advertencia del Gobierno español de que en la zona turca no se dispone de ayuda consular. 

Ante ello redujimos a una jornada la visita a Chipre Norte, aparte de Nicosia, que ya la habíamos visitado, con la intención de conocer Kirenia y Famagusta y también la localidad de Bellapaix, donde vivió el escritor británico Lawrence Durrell. Alquilamos un vehículo con conductor, que fue conductora, y todo salió a pedir de boca, aunque tuvimos que prescindir de la parada en Bellepaix debido a una tromba de agua en Kirenia que forzó un cambio de planes. De poder usar nuestro coche tal vez habríamos dedicado más tiempo a esta zona.

Pese a todo lo anterior, hemos leído que muchos expatriados europeos se instalan en el norte por una razón de peso: la vida es más barata que en el sur. Como contrapunto, nuestra conductora nos explicó que el acceso a la vivienda era muy complicado para los chipriotas del norte.

Fortaleza de San Hilarión, sobre la montaña que domina Kirenia

Con Binnur, nuestra guía, quedamos de mañana en una plaza céntrica de Nicosia, lo que nos obligó a madrugar. Llegar desde nuestra casa en Ora consumía una hora, valga la redundancia, más el tiempo de buscar aparcamiento y cruzar el checkpoint fronterizo. Resultó ser una persona amable y abierta y muy buena conductora. Le explicamos nuestros planes y estuvo de acuerdo, lógicamente, ya que teníamos carta blanca para utilizar ocho horas el vehículo, de diez de la mañana a seis de la tarde, y si precisábamos más bastaba con abonar un plus sobre la tarifa pactada de 230 euros. Nos pareció un precio razonable al dividir entre siete viajeros. La empresa a través de la cual gestionamos la visita fue Gonorthcyprus. La conductora nos comentó que era una empresa seria y que le habían encomendado que nos tratara lo mejor posible, cosa que hizo.

Kirenia casi a vista de pájaro desde San Hilarión

Mientras cruzábamos las montañas que rodean Kirenia se desvió de la ruta para acercarnos al castillo de San Hilarión, una imponente fortaleza hoy muy deteriorada. Pese a ello impresionan sus enormes murallas que se desparraman sobre la ladera, lo que nos recordó a un castillo que en su día visitamos en Kotor (Montenegro).

Afortunadamente viajábamos con conductor, pues aparcar a la entrada del castillo, en un párking pequeño lleno de autobuses y vehículos, no hubiera sido sencillo. Por otro lado, surgió un imprevisto sorprendente: solo podíamos pagar en liras turcas, que no teníamos. No admitían otra moneda ni tampoco tarjetas. La guía, que hizo el pago por nosotros, dijo que era la primera vez que le ocurría. Y, claro, para estar solo unas horas carecía de sentido llevar moneda local.

Delante de San Hilarión con nuestra guía, Binnur (centro)

San Hilarión era inicialmente un monasterio fundado en el siglo X por un monje de este nombre, pero ya en el siglo siguiente los bizantinos empezaron a construir las primeras fortificaciones.

Mercedes Vito con el que nos movimos por el norte de Chipre


El castillo era considerado inexpugnable y fue protagonista de varios cercos en los que demostró que estaba bien situado y era fácilmente defendible,

Visitantes haciendo fotos en el castillo

Esta fortaleza ocupa la cresta de una montaña y se tarda un rato en visitarla. De hecho, no la recorrimos en su totalidad sino los dos primeros niveles. En un tercero, en la punta superior, destacaba un torreón al que finalmente no llegamos.


En su momento existían establos, viviendas para los defensores y todo lo necesario para una instalación militar.


Sin embargo, resultaba costoso de mantener por sus dimensiones y ya en el siglo XV los venecianos lo desmantelaron en parte para reducir gastos.

Pese a ello, impresiona por su ubicación, sus dimensiones, las vistas que ofrece de Kirenia y la costa, y permite imaginar lo que debió significar en el pasado.

Antigua iglesia bizantina

Durante una hora recorrimos lo que queda de la instalación, sin tener presente que no hace mucho, en 1964, en los enfrentamientos entre turcochipriotas y grecochipriotas hubo una batalla por su control con más de una docena de muertos.

Kirenia


Acceso al castillo de Kirenia, en el que ya no existe el puente levadizo sobre el foso

Desde esta fortaleza descendimos a Kirenia por una carreterita de montaña en la que milagrosamente (para nosotros) se manejaban autobuses con turistas. En la ciudad nuestra conductora-guía nos depositó con celeridad en el castillo. Ventajas de ir tutelados por alguien que conoce el territorio; de ir solos hubiéramos tardado mucho más.

Este castillo situado junto al puerto tiene una larga historia y tres fases en su construcción: etapa bizantina (siglos VII al XII), tres años de los franceses-lusiñanos en el XIII y el período veneciano (XV y XVI). No sufrió cambios en los tres siglos posteriores de dominación turca.

Justo delante del castillo hay un muelle cerrado que quedaba totalmente protegido por las defensas de la fortaleza y que sigue en uso. A poca distancia se encuentra también el resto del puerto.

Aunque el castillo está en buenas condiciones, algunos de sus muros han sufrido con el paso del tiempo.

 
La práctica totalidad de sus murallas son paseables y desde allí se divisa el conjunto de una ciudad atractiva, que por falta de tiempo y las inclemencias metereológicas no pudimos recorrer bien.

El castillo alberga los restos del barco mercante más antiguo localizado en el mundo

Dentro del castillo hay varios museos sobre la historia de Chipre y de la ciudad. En uno de ellos se exhibe el corte de un  barco para mostrar el sistema de estiba de las ánforas. También el barco mercante más antiguo nunca hallado, localizados hace algo más de medio siglo en un pecio a una milla de Kirenia, cargado con 400 vasijas de almendras y vino y con piedras de molino. Se estima que naufragó sobre el 300 a.c. y el análisis de las vasijas ha permitido trazar su recorrido, los puertos con los que comerciaba e incluso analizar la actividad de los comerciantes.

Puerto deportivo de Kirenia, que estaba en obras, con el castillo al fondo

Como habíamos pactado con nuestra guía, del castillo fuimos caminando hasta el puerto deportivo, recorriendo las estrechas calles de la vieja Kirenia, un área con sabor y muy agradable.

Es una pequeña ciudad de unos 30.000 habitantes, con una historia densa en el último milenio, al igual que el resto de Chipre. Ahora vive una etapa de cierto ostracismo por la falta de legitimidad internacional de la República Turca del Norte de Chipre,

Obviamente, eso no le resta interés a este conjunto urbano, sin duda atractivo. Hacíamos estas reflexiones cuando nos dimos cuenta de que en parte por haber tramos de calles cortados por las obras, no localizábamos el punto de encuentro con Binnur. Junto al puerto deportivo hay un barrios de estrechas calles peatonales, en las que no lográbamos orientarnos.

Justo entonces negros nubarrones llegaron a la ciudad desde las vecinas montañas. En cuestión de minutos empezó a llover con fuerza, y no sabíamos bien que hacer.

El diluvio se desató con intensidad, mientras nos refugiábamos debajo de un toldo en una calle ya con tráfico a la que habíamos podido llegar.


Minutos después apareció nuestra conductora, que llevaba un rato buscándonos, lo mismo que hacían otros guías con sus respectivos clientes en medio de una ciudad que se inundaba por momentos.


Subir al coche costó lo suyo, pero no había alternativa, y ya desde el interior hicimos estas fotografías. El vehículo se convirtió en un barco, en palabras de la conductora.


Las calles en pendiente y nuestra sospecha de un alcantarillado deficiente dificultaban la circulación, pero la guía conducía como si no pasara nada. Poco a poco, más navegando que circulando, nos fue sacando de la ciudad mientras pactábamos renunciar a la visita de Bellepaix dadas las circunstancias.


Varosha-Famagusta

Pusimos rumbo a Famagusta y fue traspasar las montañas vecinas (Los llamados Cinco Dedos) y dejar de llover. Ya en la enorme llanura que llega hasta la costa sur del Chipre turco nos encontramos está impresionante mezquita de la foto superior, al parecer un regalo del presidente de Turquía, quien también ha mandado unos 50.000 colonos turcos procedentes de Anatolia, población foránea que constituye uno de los mayores obstáculos para un Chipre unificado.

Playa de Varosha con los hoteles clausurados desde 1974

Binnur nos llevó primero a Varosha, la ciudad fantasma, lo que en 1974 era el principal emporio turístico de la isla, hundido por la invasión turca. Para entendernos, era algo así como el Benidorm chipriota, construido a unos pocos kilómetros de la histórica Famagusta. Tenían allí casas gente muy conocida internacionalmente, como Sofía Loren, Liz Taylor, Raquel Welch....


Por motivos que se desconocen, los turcos vallaron Varosha y el tiempo quedó congelado ya que sus pobladores habían salido por pies. Los edificios quedaron como estaban, dejando al margen la rapiña y los robos. Se convirtió así en un poblado fantasma, con soldados turcos vigilando su perímetro, y también personal de la ONU.


En estas décadas ha habido negociaciones para resolver este sinsentido, pero fracasaron, cabe imaginar que por el problema de indemnizar a las empresas titulares de los hoteles.


En fechas muy recientes se ha reabierto la playa y algunas de las avenidas, lo que está convirtiendo Varosha en un lugar de peregrinación turística, como pudimos comprobar. Grupo de turistas que recalan en Famagusta pasan antes por la ciudad fantasma, como si fuera un parque temático.


Aunque solo se ha reabierto un 3% de la localidad, recorrer estas avenidas es dar un salto atrás en el tiempo, aterrizar de repente 60 años antes: carteles de los establecimientos, diseños de puertas, los productos que se adivinan en algunas tiendas, todo en el pasado. Se masca una sensación extraña.



Es una imagen fantasmal estos enormes edificios que han sido en su mayoría desvalijados, pero por lo demás ofrecen un aspecto normal... solo que sin aliento ni vida.


Binnur nos fue dando explicaciones para que pudiéramos hacernos una idea de lo que estábamos viendo, lo que no resultaba sencillo. Por suerte, algunos del grupo habíamos leído antes del viaje la novela La ciudad huérfana, de la británica Virginia Hislop, y teníamos la lección sabida. Un libro recomendable y que permite acercarse a la complicada situación de Chipre y de Varosha.


También pudimos comprobar que no todas las viviendas han aguantado el pillaje y el paso del tiempo con la misma suerte. Y aunque no hicimos fotos por precaución, de vez en cuando había garitas con soldados turcos vigilando no se sabe qué. 


Desde Varosha, la guía nos llevó a la zona antigua de Famagusta, situada junto al mar, con los restos de su castillo y sus murallas. Era ya una hora tardía y antes de ver nada optamos por ir a comer.

Falafel, plato típico

Obviamente, pedimos consejo a Binnur que nos llevó a Port Café, un local moderno donde comimos bien y a buen precio con ella (107 euros  los ocho). Previamente nos mostró una pastelería francesa espectacular, que nos dijo que tenía justa fama, Petek, con cincuenta años de historia a sus espaldas.


Estaba a rebosar de clientes y sus estanterías eran un placer para la vista.

Catedral de San Nicolás en origen y después mezquita de Lala Mustafá

A continuación dimos un pequeño paseo por la zona antigua de Famagusta, una población con historia y encanto, en la que daba gusto transitar. Castillo aparte, su edificio más emblemático es la mezquita de Lala Mustafá Pasha, que fue construida como la Catedral de San Nicolás en los siglos XIII y XIV por los príncipes franceses lusiñanos, consagrada como templo católico en 1328.


Su historia daría un vuelco dos siglos y medio más tarde cuando fue convertida en mezquita tras la conquista de la isla por los turcos, recibiendo el nombre de su conquistador. Como consecuencia, fueron destruidas las representaciones humanas y se le añadió un minarete. Durante 300 años estuvo prohibida la entrada a los no musulmanes, veto que finalizó cuando la isla pasó a ser titularidad británica en 1878.


Su castillo y las murallas que circundan la ciudad son otro de sus atractivos, testigos de un pasado  militar. En 1571 resistió durante once meses el asedio de los turcos pese a que los atacantes superaban en proporción de 20 a 1 a los defensores, hasta que finalmente tuvo que capitular. Se conoce el desarrollo del asedio y como Venecia abandonó a su suerte a Marco Antonio Bragandino, el jefe de la ciudad. También el atroz final que le deparó Lala Mustafá.

Ruinas de la iglesia de San Juan

Con seguridad, tanto Kirenia como Famagusta hubieran merecido más tiempo de los viajeros, pero no fue posible y tras un rato de callejeo iniciamos el regreso a Nicosia.


Nos llevamos una grata impresión de los poco que pudimos visitar de ambas y, aunque no es muy probable, otra excursión a la zona queda pendiente.


Ya cerca de Nicosia, como colofón de un día excelente, observamos este curioso fenómeno meteorológico que se produce tan habitualmente que está señalizado en la carretera. Nos despedimos de nuestra guía que tan bien nos había tratado y que nos facilitó muchas claves de la vida en el Norte de Chipre.

Una vez en la zona griega de Nicosia, y ya de noche, todavía tuvimos ganas de ver en las inmediaciones de la calle Ermou una zona de la parte antigua rehabilitada con mucho gusto y que acoge numerosos locales nocturnos y de ocio. Nos había hablado de ella Pavlos, el chipriota con el que tomamos café unos días antes. Nos topamos también con la famosa Puerta de Famagusta.



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